estoy a dieta y esto es una auténtica mierda. no quería mostrarme tan contundente pero es lo primero que me ha salido y cuando eso pasa nunca se debe borrar.
mi régimen de comidas actual es de cachondeo. mis tres compañeros de piso y yo formamos el equipo de endocrinos más incompetente de la historia ya que a menudo se contradicen y yo acabo haciendo lo que me da la gana.
si sumamos que mi hambruna cuando llego del gimnasio es desmesurada, que mi madre me regala chuchearías, que me aburre tanta ensalada (ya cago bolitas verdes), que de por sí soy de voluntad endeble, y sobretodo sumamos ese mueble-rincón que tiene mi abuela en su cocina, apaga y vámonos.
el rincón del que os hablo es un misterioso mueble en el que siempre hay alimentos pecaminosos, de esos de los que si tuvieran vida propia estarían en la cárcel, ¡y oye el mueble siempre está lleno! es como si por detrás hubiera una trampilla por la que el duende de la obesidad continuamente estuviera llenándolo de bollicaos, donuts de todas clases (algunos no sabía ni que existían, pero si se ha inventado mi abuela ya lo tiene en su mueble), tigretones, panteras rosas, cuñas de crema, palmeras de yema de huevo… si algo tiene menos de 300 millones de calorías no tiene cabida en el mueble de mi abuela.
ahora mismo estoy en mi remodelación, en mi proceso de pasar de “gusano lento y gordo” a “mariposa veloz y delgada” (ahora creo que estoy en la fase del capullo, o por lo menos así me siento comiendo cachitos de lechuga). y mi abuela lo sabe. y si el magnetismo que siento cerca del dichoso rincón no fuera suficiente, ya se ha encargado ella de poner sobre la mesa, a mi alcance, un par de american donuts. uhmm
y es que las abuelas nos quieren mucho. no quiere verme frágil físicamente porque ya sabe que de voluntad ya estoy muy debilitado, de hecho, estoy escribiendo con una mano, mientas la otra sujeta medio donut… si total, seguro que no engorda mucho.
ánimo a los valientes de las dietas perennes.
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