A la hora de sentir admiración por alguien siempre me guío por tres cualidades; la primera de ellas es la capacidad de sobreponerse a situaciones muy adversas. Rindo tributo a quien tras estar hundido se levanta y afronta la realidad que le ha tocado vivir.
La capacidad de sacrificio es la segunda. Desde aquí homenajeo a la persona que disfruta haciendo todo lo que se propone y además de una manera eficiente. Haciendo de esa actividad una excusa para pasarlo bien, y esforzarse en que los que le rodean nunca se aburran.
Y por último no puedo evitar sentir devoción por quien posee la capacidad de hacer reír a los demás, de una manera natural, sin la necesidad de dañar y usándose a sí mismo cómo paciente de sus bromas. Porque la palabra egoísmo no existe en el vocabulario de algunas personas, que solo saben caminar por la vida ejemplificando términos en desuso como el compañerismo y la generosidad.
Quienes poseen estas tres inusuales cualidades, para mí, sólo tienen un calificativo; héroes. Y quienes conocen a uno de ellos; afortunados.
Yo soy un afortunado.
Hace unos meses conocí a Estefanía, Estefy para los afortunados.
Algún día os hablaré de ella…
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