Hace 11 años dejé atrás un mundo. Y ese es el tiempo que llevo adeudado conmigo mismo. Nunca entendí cómo he permitido que mi infancia se desvaneciera poco a poco y que lo único que me quedara de ella fuera un recuerdo muy vago que nunca volvería a alimentar.
Once años después voy acabar con ese embargo. Pongo fin a tener que rendir cuentas con el pasado y voy a darle un respiro a mi memoria.
Sé que nunca volveré a ver el pueblo donde yo vivía ni volveré a ver a los niños que un día fueron mis amigos. El pueblo será otro y no ese lugar que vive en mis recuerdos. Y quizá me encuentre con el reflejo distorsionado de alguno de los que todavía hoy considero mis amigos.
Ante la muerte de un ser querido, yo creo que lo más duro es asumir que nunca volverás a verlo y es ese sentimiento de eternidad el que nos consterna y nos hunde en la más profunda tristeza. Pues bien, de alguna manera llevo once años asumiendo que jamás me reencontraré con los que dejé atrás. Que se me iban, metafóricamente, muriendo y eso me ha provocado siempre un inmenso pesar.
Dentro de 46 días llegará ese momento y estoy cagado de miedo porque sé que sufriré muchos desengaños. Hoy ha habido un adelanto del gran reencuentro ya que hoy me disponía a ver, tras once años, a mi gran y querido amigo Víctor. Nervioso ante la puerta de la habitación 101 del hotel donde se aloja me tiemblan las piernas. Segundos después estaba hablando con un desconocido y que tras muchos esfuerzos de imaginación no lograba relacionar con el Víctor que yo conocía. Pero era él. Tengo pena porque ese niño que para mí esta mañana vivía, ya “murió” porque nunca lo volveré a ver.
¿Merece la pena el reencuentro? Si.
Ahora sé que si. Porque ahora sé como es el sabor del reencuentro. Dulce y amargo. Porque me siento mejor tras el intento y porque ahora también sé que el niño que abandonó Canarias, que fui yo, no es el mismo que volverá once años después.
3 comentarios:
Rafa me encanta como escribes, además estoy bastante de acuerdo con lo que opinas sobre los amigos que uno tiene en la mente,en el recuerdo de un feliz pasado, que nada tiene que ver con lo que te encuentras ahora.Realmente a veces no merece la pena el reencuentro, es mejor tener recuerdos felices a un presente que te deje mal sabor de boca, porque dentro de unos años el recuerdo será ese..el de un no tan agradable reencuentro
La verdad es que me he quedado perpleja ante tanto requiebro morfosintáctico. Es cierto lo que escribes y, por tanto, lo que piensas, nunca volveremos a ver a quienes dejamos atrás, pero espero que el "linconeros project" siga adelante y que podamos recordar aquellos momentos, a pesar de que el tiempo y la experiencia haya cambiado la adolescencia por la madurez. Lo importante es que sepamos que estamos ahí, que los recuerdos permanecen y que formamos parte de pequeñas porciones de corazones repartidos por tantos y tantos rincones, que al fin y al cabo, llegan a ser un gran corazón. ¡Por ese reencuentro y por tí! No dejes de escribir, observo que tu blog sirve de mucho a quienes provechosamente sonreimos, reflexionamos o recordamos mediante su lectura. Enhorabuena querido compañero de viaje de Lincoln.
Besos
gracias juani.
que gran satisfacción me has hecho sentir querida compañera de viaje. nos vemos muy pronto amiga mía.
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